Vivimos en un momento en el que
la palabra “Yoga” comienza a expandirse, aunque, la idea que hay sobre ella es
aún confusa y más aún la manera en la que hay que abordar su práctica. Con el yoga
trabajamos el cuerpo desde un enfoque global en el que no dejamos nada fuera,
pudiendo así adquirir ese fruto tan deseado al que sólo los más disciplinados,
perseverantes y empapados de fe llegan, la dicha.
La razón por la que las personas se
acercan a este arte suele ir motivada por una necesidad física, aunque en
muchas ocasiones viene camuflada por una necesidad personal que, aunque no
expresemos, podemos adivinar como la más alta necesidad de cualquier ser
humano, ser felices. Pero, ¿es que el yoga nos permite llegar a ser felices?
Creo que la mejor forma de
abordar esto sería definiendo algunos aspectos de lo que para todos significa
ser felices y para ello voy a dejar caer una serie de rasgos o propiedades de
este estado de ser. Por ello cuando uno esta feliz tiene:
Energía, salud, una actitud
positiva, equilibrio, ganas de vivir y de compartir con los demás, capacidad de
estar bien con uno mismo y con los demás, creatividad, capacidad de sonreír y
de reír, capacidad para amar, una apertura a comprender más allá de la mente,
iniciativa para tomar decisiones importantes, además de tender a tener una visión
global de todo lo que le rodea y una gran coherencia en lo que a pensamiento,
palabra y acto se refiere.
He dejado caer sólo algunos de
los aspectos de, y creo que estamos de acuerdo, una persona feliz, pues, seguro
que podemos encontrar muchos otros, aunque, para englobar todos aquellos que se
nos puedan ocurrir, diremos que una persona feliz es aquella que vive cada
instante de su vida desde una presencia amorosa, comprensiva y plena. Dicha
persona muestra, en su espontánea presencia, alegría y ganas de compartirla.
La práctica de yoga nos lleva
hacia este estado, pero para poder alcanzar este máximo objetivo tendremos que
hacer un trabajo que toque todas y cada una de las parcelas en las que
habitamos. En el plano físico, tendremos que aprender a conocer el cuerpo,
amarlo y mantenerlo en forma. En el plano mental, tendremos que hacer un
trabajo de limpieza y reestructuración de nuestro sistema de creencias,
haciéndolo más amoroso, flexible y dispuesto a adaptarse a los cambios. En el
plano emocional, tendremos que estar abiertos a aprender a canalizar toda la
herencia que arrastramos para pensar, hablar y hacer de una forma amorosa con
constancia y sabiduría. En lo que respecta al cuerpo energético, podemos
abrirnos a estar más atentos a sus mensajes, al nivel en el que vibramos,
partiendo por observar con más atención la intención con la que vivimos y nos
expresamos, dando más poder al corazón sobre nuestra vida.
La práctica continuada de yoga
nos permite elevar nuestra capacidad de equilibrar nuestra forma de pensar,
expresarnos y existir, y no cabe duda de que si somos capaces de unificar y crear
coherencia entre estos tres senderos de existencia que al final convergen en un
único resultado común, haremos de la felicidad
nuestro común estado de existencia.
Tiene trabajo, como no, como lo
tiene adquirir la habilidad de controlar un asana de equilibrio, o dejar de
comer alimentos que perjudican nuestra salud, pero, es posible. Para ello
tendremos que tomar decisiones y añadir disciplina, constancia y fe, saboreando
cada nuevo paso que demos en la vida.
Tenemos que, en primer lugar,
comprender que nuestra vida está apagada, que no somos dichosos, para, desde ahí,
comenzar a aplicar cambios, poner en marcha nuestra práctica e ir añadiendo
cambios en todos nuestros cuerpos existenciales para lograr una vida dichosa.
Los resultados suelen ser
rápidos, aunque hay un obstáculo que nos hará dudar, desequilibrarnos y perder
el rumbo, el miedo, cuestión que también la práctica de yoga nos ayuda a
enfrentar, comprender y quitarle el poder que siempre ha tenido sobre nuestra
vida. No es cuestión de dejar de tener miedo, sino, de observarlo como algo que
nos ha acompañado desde que lo hemos heredado, para, poco a poco, ir sacándole
ventaja, evitando que anule nuestras decisiones y pasos en la vida.
Practicar yoga, como vemos, es
mucho más que ir a un centro, a clases particulares o a un retiro de yoga, pues,
puede hacer de nuestra vida, si lo
incluimos en nuestra forma de verla, un nuevo nacimiento de nuestra verdadera
esencia de ser.
Un abrazo infinito.