miércoles, 31 de octubre de 2012

Yoga, más allá del cuerpo, hacia la felicidad.



Vivimos en un momento en el que la palabra “Yoga” comienza a expandirse, aunque, la idea que hay sobre ella es aún confusa y más aún la manera en la que hay que abordar su práctica. Con el yoga trabajamos el cuerpo desde un enfoque global en el que no dejamos nada fuera, pudiendo así adquirir ese fruto tan deseado al que sólo los más disciplinados, perseverantes y empapados de fe llegan, la dicha.

La razón por la que las personas se acercan a este arte suele ir motivada por una necesidad física, aunque en muchas ocasiones viene camuflada por una necesidad personal que, aunque no expresemos, podemos adivinar como la más alta necesidad de cualquier ser humano, ser felices. Pero, ¿es que el yoga nos permite llegar a ser felices?

Creo que la mejor forma de abordar esto sería definiendo algunos aspectos de lo que para todos significa ser felices y para ello voy a dejar caer una serie de rasgos o propiedades de este estado de ser. Por ello cuando uno esta feliz tiene:

Energía, salud, una actitud positiva, equilibrio, ganas de vivir y de compartir con los demás, capacidad de estar bien con uno mismo y con los demás, creatividad, capacidad de sonreír y de reír, capacidad para amar, una apertura a comprender más allá de la mente, iniciativa para tomar decisiones importantes, además de tender a tener una visión global de todo lo que le rodea y una gran coherencia en lo que a pensamiento, palabra y acto se refiere.

He dejado caer sólo algunos de los aspectos de, y creo que estamos de acuerdo, una persona feliz, pues, seguro que podemos encontrar muchos otros, aunque, para englobar todos aquellos que se nos puedan ocurrir, diremos que una persona feliz es aquella que vive cada instante de su vida desde una presencia amorosa, comprensiva y plena. Dicha persona muestra, en su espontánea presencia, alegría y ganas de compartirla.

La práctica de yoga nos lleva hacia este estado, pero para poder alcanzar este máximo objetivo tendremos que hacer un trabajo que toque todas y cada una de las parcelas en las que habitamos. En el plano físico, tendremos que aprender a conocer el cuerpo, amarlo y mantenerlo en forma. En el plano mental, tendremos que hacer un trabajo de limpieza y reestructuración de nuestro sistema de creencias, haciéndolo más amoroso, flexible y dispuesto a adaptarse a los cambios. En el plano emocional, tendremos que estar abiertos a aprender a canalizar toda la herencia que arrastramos para pensar, hablar y hacer de una forma amorosa con constancia y sabiduría. En lo que respecta al cuerpo energético, podemos abrirnos a estar más atentos a sus mensajes, al nivel en el que vibramos, partiendo por observar con más atención la intención con la que vivimos y nos expresamos, dando más poder al corazón sobre nuestra vida.

La práctica continuada de yoga nos permite elevar nuestra capacidad de equilibrar nuestra forma de pensar, expresarnos y existir, y no cabe duda de que si somos capaces de unificar y crear coherencia entre estos tres senderos de existencia que al final convergen en un único resultado común, haremos de la felicidad  nuestro común estado de existencia.

Tiene trabajo, como no, como lo tiene adquirir la habilidad de controlar un asana de equilibrio, o dejar de comer alimentos que perjudican nuestra salud, pero, es posible. Para ello tendremos que tomar decisiones y añadir disciplina, constancia y fe, saboreando cada nuevo paso que demos en la vida.

Tenemos que, en primer lugar, comprender que nuestra vida está apagada, que no somos dichosos, para, desde ahí, comenzar a aplicar cambios, poner en marcha nuestra práctica e ir añadiendo cambios en todos nuestros cuerpos existenciales para lograr una vida dichosa.

Los resultados suelen ser rápidos, aunque hay un obstáculo que nos hará dudar, desequilibrarnos y perder el rumbo, el miedo, cuestión que también la práctica de yoga nos ayuda a enfrentar, comprender y quitarle el poder que siempre ha tenido sobre nuestra vida. No es cuestión de dejar de tener miedo, sino, de observarlo como algo que nos ha acompañado desde que lo hemos heredado, para, poco a poco, ir sacándole ventaja, evitando que anule nuestras decisiones y pasos en la vida.

Practicar yoga, como vemos, es mucho más que ir a un centro, a clases particulares o a un retiro de yoga, pues, puede hacer de  nuestra vida, si lo incluimos en nuestra forma de verla, un nuevo nacimiento de nuestra verdadera esencia de ser.

Un abrazo infinito.