Al principio, hacer yoga es una
actividad que, y no hay que despreciarlo, nos transmite pequeños destellos de
placer. Pero si uno continúa practicando y comienza a dar sus propios pasos,
haciendo de la práctica un hábito personal, puede terminar encontrando un fruto
mucho más sabroso que cualquier sensación física de placer que podamos
encontrar durante las sesiones de yoga. Dicho fruto es comprender, crear y
permanecer en un estado de presencia en el que tu cuerpo, tus pensamientos, tus
emociones y tu energía caminen en perfecta armonía.
Crear tu hábito personal es de
suma importancia para, desde él, hacer que el estado de yoga se convierta en el
puente que te permita atravesar la mente y esclarecer el sentido de la vida y
de esa palabra que tanto se usa en estos tiempos, AMAR.
El cuerpo es el vehículo a través
del cual una mente clara y enfocada puede llegar a manifestar ese amor que
algunos maestros y maestras nos han hecho llegar en forma de palabras y que, no
dudo, pudieron manifestar en vida. Hasta ahora hemos tendido a idolatrar a esos pocos maestros apartándolos de nuestro camino, subiéndolos a un pedestal y haciendo de ellos
algo “distinto” a lo que creemos ser nosotros.
Tú eres un maestro y el poder que tienes es inmenso. Cada pensamiento, palabra y acto que desarrollas en la vida es de suma importancia. Decide despertar y permite a tu maestro mostrarse haciendo de "amar" tu forma más auténtica de vivir.
La práctica diaria de yoga te
puede ayudar a desvelar el camino que debes recorrer y la tierra donde puedes
plantar las semillas hacia la manifestación de la verdadera esencia que tenemos
dentro de nosotros, que la divina providencia manifiesta a través de nuestra
existencia.
Solo aquellos que tengas la
disciplina, perseverancia, fe y necesidad necesaria tendrán la oportunidad de
saborear el fruto de este bello arte que no es otro que el de “saber vivir en
unión con todo lo que nos rodea y hacernos dignos de la vida que estamos
manifestando”.
Para darte una referencia práctica,
debo decirte que mis días comienzan igual que los tuyos, hermano, levantándome
de la cama pero, si hay alguna diferencia con respecto a lo que ambos hacemos,
obsérvala y toma una decisión al respecto. Yo me levanto una vez que mi cuerpo ha descansado y, desde ahí, comienzo
a enfocar el momento presente, a decidir observar mis pensamientos, el sistema
de creencias que me va a acompañar durante el día, mi forma de proyectarlo
tanto mental como en forma hablada. Observo mi forma de presentarme en la vida
y me abro a que sea una manera agradecida de estar aquí en este bello planeta.
La observación es una forma de vigilar nuestra profunda influencia en todo lo que existe, aportando lo mejor de nosotros mismos.
La primera actividad que me
regalo es una sesión de yoga, la cual y dependiendo de mis responsabilidades,
ubico en la hora necesaria. En dichas sesiones practico la presencia que no es
otra cosa que estar en el instante presente. Observo mí forma de existir, de respirar, los
pensamientos que proyecto, la voz interior. Dialogo con el cuerpo de forma
abierta y hago un uso de mí poder lo más adecuado posible, abriéndome a proyectar cosas
lindas, mensajes positivos, sonriendo y aceptando la realidad tal y
como es, aportando un granito de esperanza, fe y alegría hacia una mayor armonía y disfrute global.
No debemos olvidar que el planeta Tierra es un lugar increíblemente lleno de belleza y con un potencial infinito para aprender sobre la verdadera razón del milagro que es vivir.
Recuerda que tú puedes ser tu propio maestro, y que para lograrlo debes ordenar tu pensamiento, tu palabra y tu forma de existir. Camina con calma y comienza a reencontrarte con tu maestro, el vive en tu corazón y sabe lo que debes hacer, escúchale.
Un abrazo de luz, hermano mío.