Son muchos los beneficios de los ásanas de torsión, de ahí la importancia de introducirlos en nuestra sesión de yoga.
Por citar algunos de sus
beneficios, diremos que trabajan equilibrando nuestros dos hemisferios
cerebrales, limpian las fosas nasales (si prestas atención al deshacerlos,
percibirás que la entrada de aire por la nariz es más intensa y fluida), masajean,
la mayor parte de ellos, la zona de los intestinos por la presión que demandan
las posturas en sí. Equilibran y dan fuerza a la columna. Evitan que las desviaciones
vayan a más, además de muchos otros.
Son muchos los músculos que
participan en los ásanas de torsión, los cuales, se reparten por todos el
cuerpo, haciendo que participen una gran cantidad de conjuntos musculares durante
su desarrollo.
Los ásanas de torsión pueden
desarrollarse añadiendo otros elementos de hatha yoga, como el equilibrio o la
fuerza, aumentando así la dificultad de su ejecución.
En muchas ocasiones me preguntan
si es mejor hacer un ásana fácil o difícil, y yo respondo que la facilitad o
dificultad de un ásana tiene mucho que ver con nuestro estado físico, mental, emocional
y energético, por lo que debemos comprender que lo importante es tener la
disciplina y la constancia suficientes como para practicar con una actitud de
trabajo mental y corporal que nos permita crecer en todos los aspectos. Debemos abrirnos a plantearnos retos, es decir, hacer ásanas que “creemos
complicados o imposibles” con la sola intención de darnos cuenta de que todos
son posibles si los abordamos con disciplina y constancia y que, al igual que
la pinza o el pez, aportan una gran satisfacción al realizarlos.
Introduce en tu sesión ásanas de
torsión, variando su ejecución, tanto desde de pie, como sentado, con las
piernas estiradas, cruzadas, boca abajo o boca arriba y verás los grandes
beneficios y el placer que te transmiten todos ellos.
Espero que este pequeño artículo
sea de tu agrado.